sábado, 3 de septiembre de 2011

CARTA A TODOS LOS PADRES

"Teach your children bell" Crosby, Stills, Nash and Young en Dèjà Vu

A diferencia de vosotros yo no os echo la culpa de nada... la culpa no puede tenerla quien cometa un error, sino aquel que es malicioso a conciencia. Sé que no es vuestro caso, que muy pocas veces sois maliciosos. Lo que ocurre es que yo soy un utópico que piensa que habrá que reconciliarse hasta con los errores. Nadie es perfecto, esto ya lo sabemos. ¿Se puede ser un buen padre? Sí, pero hay que evitar "esas pequeñas" maldades, intentar controlarse "las neuras" y los agobios del día a día para no pagarla con los más indefensos -agobios por cierto que son resultado de ciertos hábitos, costumbres y de todo el entramado económico-político de este sistema que DECIMOS ¡y! DECIDIMOS combatir-.

No basta con la buena intención: el papá es obsesivo-compulsivo (y no le hace nada bien conducir), la mamá es algo soberbia y se cabrea o se pone susceptible si no se ríe a diario (parecería por momentos una "pequeña aristócrata", el hermano se mofa y se queja al mismo tiempo de que haya ese desacuerdo entre todos (pero al mismo tiempo evita sacar conclusiones) y el chaval es preso de su cobardía y falta de determinación, siempre está a la defensiva (respuesta "lógica" al ataque inconsciente de sus padres).

Pero la cuestión aquí es no justificarse y ser radical con lo que llamamos "familia":  la familia DE CADA CUAL y LA familia. Para saber forjarla no hace falta ser millonario ni hippie. Tampoco es totalmente necesario vivir en una sociedad que ha superado el capitalismo. Hace falta re-educar a aquellos que en su día fueron hijos, y HOY son padres. No se puede ser caracterialmente enfermo e intentar educar en la libertad y la responsabilidad a nuestros hijos: los que han de venir. Reconocerse como enfermo o "persona inestable" debería ser un paso anterior al ser padre (y si uno es una persona sana... siempre se pueden mejorar cosas).

Existe un problema, que yo he sufrido y sufro: si un hijo le dice a su padre "papá (o mamá) deberías hacer terapia" lo más seguro es que caiga en saco roto, simplemente porque en estos casos el padre (o la madre) ocupa un lugar de autoridad y el hijo (o la hija) un lugar de dependencia, sino emocional, cuanto menos económica. Deben ser los de su misma generación quienes, a través del apoyo, el discernir y los argumentos convenzan, no ya a un padre, sino a cualquier persona enfermada de que pida ayuda terapéutica. Hace falta ser sencillos dentro de la complejidad de cada familia, donde la forma de relacionarse puede deparar "zonas" sanas, u otras neuróticas y psicóticas.

Podría quedarme en la trinchera de mis propias palabras, de no ser porque la convivencia o, mejor dicho, la falta de convivencia en casa de mis padres es insufrible. Sí, eso he dicho, no mi casa o nuestra casa, sino la de mis padres. Pero allí es donde vivo, malvivo y, ¡de vez en cuando!, me desvivo.

Decir que mi padre es controlador es decir bien poco: para él todo tiene que estar perfectamente ordenado, limpio, dispuesto, ¡planificado! Dice que está orgulloso de que yo escriba y dibuje y pinte, que como ¡¿aficiones?! están bien; y aquí les comprendo pero no lo justifico: ¿no podrían dar ellos un impulso económico a lo que es ya un gran impulso artístico (el mío)? Lo digo sin pizca de modestia, pero con mucha humildad, la humildad de quien sabe que ¡todavía! puede aprender mucho más... y me quedo pensando en mi edad (casi 28)*38 *107 y, en mi ámbito, no encuentro comparación.

Yo desearía ser el mecenas de mis hijos, auparlos aunque fuera ligeramente... con ello (y viceversa) desearía que mis padres fueran mis mecenas. Quién mejor, ¿no?

Si usted me ha seguido hasta aquí, desprejuiciado lector y se encuentra casualmente con mis padres, le sorprenderá "esa exquisita educación", "esa afabilidad" que muestra mi pAdRe. Uno desearía ese trato para sí.

Siempre me he sentido incomprendido, de tal forma que si me fallaban mis amigos rompía a llorar: en clase, en casa... lloraba de rabia. Hasta que un día dejé de llorar de rabia. Me dije: "esto es lo que hay", ahora: que haya risa y empatía y, quizás, quién sabe: amor y diversión. Y lo fui consiguiendo, pero más allá de las fronteras del "hogar familiar"

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