jueves, 9 de mayo de 2013

VER CON LA BOCA

En primer lugar: tenemos boca y esto no lo demuestra el hecho comprobable y consumado entre los humanos de equivocarnos. Equivocarnos requiere -paradógicamente- de intencionalidad: de hacer algo bien en un contexto de productividad, en un sentido amplio. Puede que la intencionalidad sea anterior a la formulación de frases, pero no a la anterioridad del entendimiento: no sólo saber lo que está bien (o está mal), o es mejorable, o, directamente, lo inexcusable. Comprender el mundo, y, en primer lugar, a nosotros mismos, es lo que nos hace tan distintos del resto de primates o de un elefante...

...entender que para construir un edificio, grandes estructuras, los entramados de las calles y las avenidas de las grandes ciudades, que a su vez están conectadas entre sí por caminos descomunales donde transitan vehículos que igualmente hemos tenido que construir y accionar a través del conocimiento de unas energías potenciales que se hallaban en nuestro entorno... que todo este mundo megapoblado, tecnologizado, complejo en extremo y trágico hasta el extremo de abocar a un porcentaje altísimo de humanos a la miseria, y que, sin embargo ha producido verdaderas genialidades imperecederas en la filosofía, el arte y la ciencia, en todas las culturas, sea en primer lugar producto de "bocas que piensan" parece impensable. Algo de ficción. No lo es, aunque se trate de un claro reduccionismo, que se puede rebatir con otro reduccionismo: el mundo lo han levantado manos esclavizadas por mentes con mayor poder (armamentístico y de consenso)...

... comenzamos a sentir desde el útero materno, a alimentarnos mediante la succión (lactancia con o sin teta...), a accionar reflectivamente nuestro cuerpo (estímulos externos), cerrar los ojos y relajarnos (sueño). Y también entender esos signos que provienen del exterior, qué demandas implican, cómo adquirimos voluntariedad sobre nuestros movimientos corporales externos (aún no somos capaces de controlar nuestros esfínteres o de alimentarnos por nosotros mismos), qué podemos exigir a nuestros educadores-acompañantes, cómo vamos "leyendo" las emociones de estos y a reaccionar de una forma determinada, es decir, inhibiendo o exhibiendo, mostrando, nuestros impulsos...

... ¿cuándo el cachorro humano dirá "esta boca es mía"? No pretendo que se vuelva un juego de palabras sin sentido. La expresión es muy recurrente: las primeras rebeldías razonadas suelen ser por la comida: simplemente no le gusta, su cuerpo no la admite por algún motivo que alguien elocuente puede detectar ser no una excusa sino cierta aversión. No se trata pues de un empacho o que hoy "se ha disgustado".

La cuestión de "la boca" es todavía más recurrente, si tenemos en cuenta que a nivel planetario mueren de inanición o están malnutridos... ¿"Rebeliones fantasiosas"?... ¿qué ocurriría si todos los niños bien alimentados hicieran huelga de hambre? Y aún mejor: ¿qué tal si nosotros preparásemos a esos niños para que realmente cambiaran el mundo? Pues hay que tener boca sí, para no perder el apetito y además rebelarse con cada vez más fuerzas y desde luego que la rebeldía se enseña -con el ejemplo- y se aprende -de los errores propios y ajenos-, desde que empezamos a entender. ¿Puede entender un niño que le obliguen a comer algo si no le gusta y si al mismo tiempo no va a pasar hambre? Escuchemos la verdad aunque provenga de un niño... ¡y más bien porque proviene de un niño! Los "matamos" con excusas tan pueriles como "otros niños están pasando hambre"... bastaría con hacer un pequeño ajuste en la compra.

En la práctica los inhibimos ahí donde tienen que dar la cara. Por expresarlo en una imagen: se tragan sus propios labios.

Si cuando los niños empiezan a entender cómo funciona el mundo "ven" que hay algo así como un correlato es sus casas no muy distinto de lo que pasa ahí afuera... ¿qué visión y qué conducta van a extraer? O se esconderán entre ellos para decir las verdades que no pueden decir a sus padres, o se enfrentarán a estos, o se inhibirán haciéndose agentes pasivos de todo lo que acontezca a su alrededor. He aquí las relaciones edípicas profundas en la familia más allá de un asunto de celos o "posesión" ("acaparamiento" diríamos más bien). El reflejo social de estas relaciones es de tal calibre que donde no hay contrapartida produce sumisión ante la injusticia, resignación y otras actitudes que, a mi juicio, no por ser menos clasistas, patriarcales, etc. dejan de ser morbosas, ya que no se lucha por un todo sino por una fragmentación debida a una educación también fragmentada, donde es compatible la rebeldía, el evitamiento y la inhibición. Estamos hablando sobre todo de niños a partir de los 6 años, hasta la adolescencia...

No quiero dar a entender que el mero hecho de "ejercitar la boca", por muy bien que uno hable y se defienda vaya a arreglar las cosas por sí mismo, pero, evidentemente, haciendo extensivo esto de hacer de nuestras palabras un vehículo del cambio social, eminentemente colectivo, facilitaría la construcción de la alternativa al capitalismo desde ya.

Si alguien no le ve relación al edipo familiar con el social, es porque o está tan alejado de él que sólo acepta una autoridad racional, dialogante; o bien a asumido mecánica y acríticamente la estructura autoritaria: callando ante el amo/jefe, y rebelándose contra quien es, objetivamente, su igual en cualquiera esfera de lo social.

La mención -y existencia física- de la boca y su simbolismo, es simplemente lo que me ha dado qué pensar. El tema todavía es más recurrente: cuando uno dice que "traga con esto" o, en distinto sentido, que uno "come con los ojos".

Aquí, propiamente, se ha visto con la boca

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