domingo, 16 de diciembre de 2012

VELÁZQUEZ NO PUEDES SER TÚ



El cuadro no tan conocido de Velásquez Las meninas es un puzzle donde su autor ha ido encajando las piezas de modo magistral. Se podría decir que es un cuadro donde predomina la composición por encima de otros elementos que permitan analizarlo, seguido de la luz y la perspectiva o plano (parejos estos dos elementos) y continuando por el trazo, pincelada y/o dibujo y el color.

El protagonismo de Velásquez es total. Hasta tal punto que podríamos decir que él es el protagonista por encima de los propios reyes y de las meninas –no hace justicia el nombre del lienzo- y el perro. El espectador ocupa el lugar que debieran poseer los reyes, pero de forma un tanto retorcida, hasta tal punto que, como me gustaría ser capaz de demostrar, no es sólo que la distancia “ideal” (esto es bastante subjetivo), para observar el cuadro es exactamente la distancia que marcaría el cálculo de medir el borde inferior del cuadro hasta el espejo donde salen difuminados los reyes, o los “supuestos” reyes. Digo supuestos porque lo que les trata de decir Velásquez a sus majestades con este óleo – y Diego era muy consciente del poder que tenía sobre ellos por lo menos desde su segunda estancia en Italia- es que no sólo se merecía la cruz de la orden de Santiago, sino que, además, estaba, de alguna forma, por encima de ellos en cuanto a importancia: tenía el poder de inmortalizarlos para siempre, pero no lo hizo en esa ocasión o lo hizo en un espejo, al fondo de la sala con los reyes difuminados en un espejo y, por ende, diciéndole al espectador que él es los reyes y que los reyes son Velásquez y que –si seguimos con el juego de espejos- Velázquez no puedes ser tú, porque el estaba destinado, mirándote a la cara como si fueses un rey o una reina, a pasar a la Historia con el cuadro más intelectual que yo –modesta persona- he visto en mi vida.

Pero hay más: si uno coge cada elemento como Diego urde la trampa en que muy pocos caen y es pensar que este cuadro –también llamado La familia real- es fruto de una situación única y espontánea. Hablo del señor que aparece por la puerta, en la parte superior derecha del lienzo que, por apariencia al menos, uno diría que sorprende a la familia y al propio pintor en el hecho mismo que narra el cuadro. Y es que esta obra de arte es la historia de un deseo: el deseo de Velásquez y el deseo un tanto megalomaníaco que hay en todo artista. Y probablemente se trate de una venganza a los reyes de la cual se salvan las meninas y el perro. Aunque es probable que Diego imaginara el cuadro sin estos elementos previamente, hasta tal punto que de no ser por el perro -¡dan ganas de acariciarlo!- se podría decir que forman parte del decorado.

El perro es sin duda la parte más humana del lienzo, pero hasta de esto uno puede sospechar. ¿Qué pinta un perro en plena gestación de una pintura de grandes dimensiones? Da qué pensar el hecho de que el trazo y la pincelada en el perro sean -¡ahí sí!- tan espontáneas. Por favor si alguien conoce la raza de este dulce perrito póngase en contacto con la revista El tábano.

Más cosas: puede que la luz real de la instancia no diera para más, pero, si se trata de un puzzle donde prima la composición por encima de todos los demás elementos… precisamente por eso, ¿por qué aparecen tan oscuros los cuadros de la sala?, ¿eso es lo que pensaba Velásquez de las pinturas que coleccionaban los reyes?, ¿se mofaba o se apenaba del gusto pictórico de sus majestades? Por si fuera poco los lienzos que aparecen al fondo otorgando profundidad son de un pintor muy admirado por él…


¿TE RETRATÓ?

Velásquez te mira
y te invita a reflexionar
sobre la condición
de quien vive a pedir de color
y no escurre el lienzo.
Todo está dispuesto
para que te sorprenda
algún turista
fotografiando por sorpresa
la escena en la que le miras
con ojos sumisos
y te sacudes la luz,
esperando fundirte
con la sala,
tratando con inclinada postura
de averiguar si a quien
realmente está pintando
es a ti.

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